Reseña:
En las primeras décadas del siglo XX Vallejo descubre, al igual que Camus, Sartre (“la existencia precede a la esencia”), Heidegger y los demás existencialistas no teístas –herederos de Kierkegaard– que el destino necesario de la vida es la muerte, que su nacimiento no tiene otra finalidad que el deceso, que la vida es, en tal sentido, un absurdo. Esta angustia se trasluce en numerosos poemas. Igualmente, este descubrimiento provoca la conciencia trágica, fatídica, que Vallejo vierte con fuerza desgarradora en sus versos. Es el alma descubierta dentro del mundo alienado, del hombre asesino del hombre, del homo homini lupus. Esta conciencia del absurdo lleva a Vallejo a mantener la muerte siempre presente.
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